Ocho de la mañana. Alguien dice que la apatía envuelve nuestro entorno. Yo trato de entender mi realidad por medio de la literatura. Algunas respuestas divagan. Me pregunto ¿sabemos quiénes somos?
Aquí estamos, tratando de conocer lo que pasa. Nueve y media. De pronto, nos tropezamos con un imaginario cultural donde la literatura aparece como estandarte para recordar una nación. Los que escriben relatan los acontecimientos históricos de una forma ficticia. Hablan de personalidades que han participado en esta república. Ahora no sé si es la cuarta o la quinta. Los escritores se han convertido en masa y los libros en objetos obsoletos. Pero nosotros no lo sabemos. Pasan por nuestras manos palabras entretejidas de una realidad borrada.
Un hombre con un periódico viejo narra tiempos pasados, al menos eso está; la memoria escrita, el registro plasmado en papel. Y no se lee. Estamos ciegos. Una ceguera escondida detrás de unos lentes políticos. Diez y media. En el pasillo sólo se escucha revolución, proceso, cambio, colectivo. Y creo saber el significado de esas palabras, pero en realidad las ignoro o al menos pretendo no saberlas.
Diez y cuarenta y cinco. Somos jóvenes y viejos al mismo tiempo. A ratos nos confundimos de manera instantánea. Compartimos y tratamos de dialogar, pero nuestras opiniones se encuentran en la escisión del momento histórico que nos ha tocado vivir. De nuevo recobran la conciencia y se percatan de que el modo de entender, de entenderse; está en la búsqueda de expresar lo que se vive y se siente.
En el reflejo de un vidrio observo la ciudad. Una fachada cansada, gastada de tanto proyecto inconcluso. El tiempo nos carcome y dejamos pasar. Once en punto. La fatiga nos invade y por instantes no creemos. Devienen escépticos. El sonido de un televisor nos recuerda donde estamos. Sin embargo, todavía no se sabe hacia donde podemos ir.
Una página en blanco que espera ser estrenada se convierte en depósito de mis lamentos. Me cuestiono, pienso, grito silenciosamente. Creo que alguien grita conmigo en la distancia. Crisis frecuente, de todos los días, traza metas e inquietudes. Alguien se levanta. Ya son las once y media.
Un tratado filosófico aparece en las notas de un seminario: ¿Cuál es la respuesta a esta penetrante cotidianidad? O tal vez sería mejor decir ¿inentendible, para muchos? ¿Quién nos ayuda? ¿Hay alguien ahí?
Los libros recorren nuestra historia, varios escritores participaron en ella. Sólo queda la autenticidad de los vivos para registrar lo que acontece. No hay excusas. Dejémonos de lamentos.
Once y cuarenta y cinco. Camino, tomo el ascensor. En mi mente una historia todavía por contar. Un cuento con personajes pero sin historia. Un poema sin metáforas. Una metáfora sin poema. Una realidad que espera ser devorada y un país que clama por ser descubierto.
Bien, Ame, buen comienzo de blog! Que fructifique!
Un besote!
Juan C.
Me encantó
Muy bueno! Enhorabuena… 😉
Muy agudo y sentido Amelie. Sabes bien que resueno con esa voz…
Excelente Amex! Sigue adelante… tienes el don… Un abrazo
Me gusta, y con este primero te comienzo a pillar el estilo, lleno de referencias, niveles de lectura y que nos hará pensar… Gracias por invitarnos a tus lineas… me haré seguidora!.
Ame… No esperaba menos de ti…. buen comienzo…
Besos
«No hay excusas. Dejémonos de lamentos»
Buena pluma, Ame!
Hola Amelia , ¡qué buena noticia saber que estás escribiendo un blog! Al leerlo me sentí como si estuviera hablando contigo, cerquita. ¡Sigue escribiendo porfa !
Un abrazote,
Michelle
Amelie me encanta!!!
Cuanto me alegra que hayas creado este «espacio» para que todos podamos disfrutar tu talento, tu arte!
Felicidades, está genial!